domingo, 7 de noviembre de 2010

Comencemos por el principio...

Antes de entrar en los detalles farfallosos de la paternidad en si, conviene avanzar algunos contras del embarazo, que, a fin de cuentas, es la antesala de todo este mundo de felicidad y ataduras.

Imagino que los comienzos del embarazo pueden ser diametralmente opuestos en caso de que la gestación sea deseada o por contra sea una sorpresa inesperada. En mi caso tan sólo puedo hablar del primero de los supuestos. La sensación es extraña, de inmensa alegría, pero también de cautela... al fin y al cabo es tan sólo el principio de un viaje lleno de etapas.

Aunque lo que os va a ocurrir a todos los futuros papás y mamás, es que el día que os enteráis de la noticia, por algún extraño motivo vuestro cuerpo se cierra en banda y manda órdenes al cerebro del estilo: "hoy al estomago no entra ni el Tato", "cualquier asunto relacionado con la comida queda terminantemente prohibido" "tampoco se va al baño, salvo que el sujeto en cuestión esté suelto, en ese caso, irá al baño multiplicado por 4"... y es que para estos casos las neuronas del individuo son muy suyas y deciden ir por libre.

También el lado racional de tu cerebro pulsa el interruptor de "off" y el modo automático entra en funcionamiento, con el consiguiente asombro de tu entorno familiar, de amistades o laboral, que no se explican lo ausente que estás... vamos, que te vacilan, te putean y te hacen la vida imposible y tu les demuestras que ese mundo no es el tuyo, que tú estás en otra dimensión muy, muy lejos del sistema solar.

Tranquilos, que esa fase sólo dura 2 ó 3 días, luego poco a poco el cerebro intenta desconectar el automático y reiniciar el sistema de control... claro que luego vendrán las nauseas, vómitos y malestares de la embarazada... pero eso ya será otro cantar, de momento tendrás unos días de felicidad plena, basada en una total y absoluta inconsciencia.

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